Hoy al levantarme he visto que una joven de veintiún años ha sido asesinada por su pareja, con demasiadas puñaladas. Es veintidós de septiembre y llevamos un número escalofriante de mujeres asesinadas. El ochenta por ciento de las que su vida es arrancada de este mundo de un modo u otro no denuncia, esconde las humillaciones y las vejaciones incluso a su familia.
Treinta mujeres que han dejado de vivir por unas parejas que nunca las quisieron, aunque las llenaran de halagos después de haberlas agredido o insultado.
Me culpo por sus muertes, por no haber hecho nada, por no poder salvar sus vidas, esa tan preciada y a la que en ocasiones menospreciamos.
Me culpo por tantas asociaciones que solo cobran subvenciones y dejan de lado sentimientos.
Me culpo por una ministra de igualdad que tiene más de trescientas asesoras, si féminas, las que cobran sueldos de los que comunes de los mortales no llegaremos a alcanzar en años, y cada quince días matan a una o dos mujeres sus parejas.
Me culpo por la inanición de unas leyes que dejan en libertad en cientos de maltratadores con causas pendientes, y acaban por cumplir una promesa de muerte.
Me culpo por estar sentada escribiendo sobre la muerte de una mujer de veintiún años, y no poder gritar “Basta ya”.
Me culpo por la inanición de una sociedad, que aprovecha las denuncias falsas para beneficiarse de subsidios, impidiendo que las verdaderas víctimas se oculten detrás de maquillaje, que los ojos no estén morados, o los brazos los lleven tapados para que nadie pueda ver los golpes recibidos la noche anterior.
Yolanda Trancho- Escritora