― ¿Por qué quieres ser policía? ― le preguntó la madre a su niño, al que miraba los ojos de alegría.
― Desde que nací siempre quise ser un super héroe, Spiderman, Superman, y ahora tengo la oportunidad de ofrecer y ayudar al bien, que el mal no se instaure en este mundo cruel.
― Pero, me preocuparé por las noches, no dormiré hasta que llegues, no descansaré hasta que entres de nuevo a casa sano y salvo.
El joven tomó las manos a su madre, quién hoy tenía los ojos hinchados de llorar por la emoción y el miedo de que un día no regresara.
― Mamá, para que las demás personas puedan estar tranquilas, para que puedan salir de fiesta y regresar sanas, para encontrar al perdido y detener al delincuente. Esa es mi función. Estate orgullosa, es el mejor trabajo del mundo― y le dio un beso en la frente el hombre en el que hoy se había convertido. Un beso como los que ella le solía dar muchos años atrás al arroparle por la noche.
La madre se quedó mirando al orgulloso hijo, sería uno más entre tantos, el sacrificio de una oposición, no una cualquiera, velaría por el desconocido a todas horas, se enfrentaría a los peores minutos del ciudadano, y cuando regresara a casa percibiría la satisfacción de haber hecho bien su trabajo. Ser policía.
― Prometeme que nunca te olvidaras de volver sano y salvo― y abrazó al hombre que le sacaba la cabeza, y percibió el latido de ese corazón al que un día le dio la vida.
©Yolanda Trancho- Escritora