Como muchos sabéis, ayer 8 de agosto fue el día internacional del orgasmo femenino, ¿quién me lo iba a decir a mí? Pues leyendo las noticias matutinas, le dije a mi Juanito:
– Cariño, que hoy tenemos celebración
El pobre sentado con el pantalón del pijama corto y esa barriguita sobre la cintura, abría los ojos como platos, ¿cumpleaños, aniversario? Algo se le había pasado, sí, y sé lo que pensaba porque al pobre lo llevo loco.
– ¡Es el día internacional del orgasmo femenino! – le dije entusiasmada, con un movimiento de cadera que insinuaba la intención del revolcón que íbamos a tener.
– Paquita, que estoy con la ciática- y al oír esa frase me senté a su lado desesperanzada, mis ilusiones se iban al garete, me daba pena que forzara esa maltrecha espalda, el pobre con todo lo que ha trabajado.
Así que le di un beso en los labios, sin lengua, no seáis mal pensados y tome asiento a su vera, con el camisón y esa mancha de café que soy incapaz de quitar ni frotando con los mejores productos.
Ahí permanecimos un buen rato, en silencio, él con su dolor y yo con el ansia de un buen polvazo. Sin embargo, se me encendió la bombilla que llevo, porque el pobre, entre el zintron, el azúcar y media farmacia que se toma, no se puede tomar un voltarén, que vamos, casi tengo la carrera de farmacéutica y eso que apenas sé escribir, que mis tiempos eran otros.
Así que decidida lo tumbe en el sofá, para que no hiciera esfuerzo alguno, y no voy a contar nada más que esas cosas quedan en la intimidad.
Yolanda Trancho- Escritora
– Cariño, que hoy tenemos celebración
El pobre sentado con el pantalón del pijama corto y esa barriguita sobre la cintura, abría los ojos como platos, ¿cumpleaños, aniversario? Algo se le había pasado, sí, y sé lo que pensaba porque al pobre lo llevo loco.
– ¡Es el día internacional del orgasmo femenino! – le dije entusiasmada, con un movimiento de cadera que insinuaba la intención del revolcón que íbamos a tener.
– Paquita, que estoy con la ciática- y al oír esa frase me senté a su lado desesperanzada, mis ilusiones se iban al garete, me daba pena que forzara esa maltrecha espalda, el pobre con todo lo que ha trabajado.
Así que le di un beso en los labios, sin lengua, no seáis mal pensados y tome asiento a su vera, con el camisón y esa mancha de café que soy incapaz de quitar ni frotando con los mejores productos.
Ahí permanecimos un buen rato, en silencio, él con su dolor y yo con el ansia de un buen polvazo. Sin embargo, se me encendió la bombilla que llevo, porque el pobre, entre el zintron, el azúcar y media farmacia que se toma, no se puede tomar un voltarén, que vamos, casi tengo la carrera de farmacéutica y eso que apenas sé escribir, que mis tiempos eran otros.
Así que decidida lo tumbe en el sofá, para que no hiciera esfuerzo alguno, y no voy a contar nada más que esas cosas quedan en la intimidad.
Yolanda Trancho- Escritora